21 de noviembre de 2009

Tic, Tac, Ploc

Así se encontraba Ernú en aquel inicio del día, improvisando los viajes del puntero, escuchando una sinfonía de silencios en que tocaban motores y sirenas y ladridos remotos. Su diestra cubría del frío al inquieto roedor compañero del ocio y su boca emblandecía el último de los chocolates culpables de su desvelo.

Tic Tac
Nunca me contó la hora en que Ploc apareció, tampoco salvó las palabras recibidas pero entiendo que con ellas liberó de algún resquicio un deseo ignorado; congelado tiempo atrás. Ernú leyó los obsequios, la sonrisa y también el canto de Ploc, lo imaginó a su lado, lo contuvo en un sueño de Keith Haring con sonidos espaciales y trompetas de Esquivel.

Sus yemas que le hablaron a Ploc de me gustas y de anhelos repitieron ese afán durante una semana o poco menos; hasta hoy que tecleó uno o diez te quieros que ya no es justo entregar, porque el deseo que aún anda suelto se deshieló en un desfase del tiempo. Ahora, el deseo debe huir y ocultarse como un pequeño Frankenstein incomprendido e iracundo porque su amor hiere y su ternura mata. Ernú apagó el ordenador, soltó al roedor y entonces fue echada a andar una maquinaria que él creía atrofiada por los muchos años en desuso; la de llorar.

Ilustración: H. Valero | 2009