8 de abril de 2009

En el cuerpo de una servilleta

¿Cuáles han sido tus mejores años? –Preguntó Ang y miraba su tenedor penetrando las entrañas de un trozo de Gouda. –¿Supones que los años de mi respuesta pertenecen al pasado? –pensé. Ang se limitó a masticar el bocado, elevó después su mirada hacia las copas nevadas de un paisaje acochambrado en la pared del Chow Fan. La había perdido. Observé su intervención en el motivo andino, estoica y con los ojos tan abiertos como un abrazo infantil. Tintineé en la taza del chocolate, y acaso generé un llamado a misa que puso a sonreír sus labios. Sonó el I Believe de Marcella Detroit y entonces tuve la respuesta y la contuve llegando el estribillo.

Aderezos
Ang no volvió al gabinete sino hasta escucharme decir: mil novecientos noventa y cuatro. Parpadeó, sonrió exhalando aire y consiguió tragar el Gouda. –¡Ese fue un gran año! –dijo. Inevitablemente manó de mi Pandora un festín con los recuerdos de ese mi gran año: las pecas de Dina, las caminatas en el Centro, las lamidas matutinas de Candy, los desvelos con MTV, los últimos ploc de la aguja, los amigos del teatro, los traslados a La Noria y un montón de cosas más.

No devolví la pregunta a Ang. Entiendo que hoy sentado frente a Viot, escuchando de escándalos y de vaticinios, deseo que tras una breve pausa me aplique la misma pregunta que Ang. Porque le respondería que hoy, que este año, que en este justo instante compartiendo la mesa, el arroz y los minutos.

© 2008 Bruno Valero photography

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