Desperezado por el desfile de los alebrijes en el Centro, salí de mi departamento, cámara en mano, con la fe de quien gastará un sábado especial y divertido. Adix esperaba allí tomando fotografías. Eran las doce y cachito, el sol doraba las miles de frentes y narices congregadas sobre la calle Madero; desfilé pues entre tumultos de maché pintado en busca de Adix y de un buen sitio dónde observar, pero eran tantos los fotógrafos que mi andanza se asemejaba a una rutina aeróbica en el intento de no atravesar los disparos de réflex.
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Bicho |
Comencé a retratar los coloridos monstruos y a sus no menos exóticos autores. De la mano, bichos y artesanos apresuraban su orgulloso andar obligados por el compás de la Banda y los aplausos, cuando de pronto la lente descubrió a Adix trepada en un poste, dí click y cuando pretendía interrumpir su labor documental una enorme sombra de reptil me invitó a seguir sus pasos en busca de la gran foto. Los últimos gigantes devoraban gente y edificios, yo los acompañé hasta el cruce con Balderas; ignoro cómo es que desaparecieron ahí. En pocos minutos la calle comenzó a poblarse de autos y todo el público se dispersó.
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Reír de muerte |
Regresé al poste, caminé unas cuadras, pero Adix ya no estaba. No la volví a ver sino hasta entrada la noche y luego de vagar del Centro al Chopo y de vuelta. Juntos, Adix y yo caminamos por el Centro en círculos, compartiendo cada uno la experiencia de la tarde y los pixeles, así hasta nuestra puntual llegada al Atrio del Templo de San Francisco, donde en compañía de los amigos del Páramo contemplamos la ofrenda Me asomé a la muerte de Marysole Wörner Baz. A los pies de la Latino, entre cempasúchitl y fumarolas de incienso, las calacas recuperaban el rito tradicional del día de muertos. El viento comenzó a soplar tan fuerte que animó las calacas en una danza burlona, avivó el fuego de los incenciarios y enfrío nuestras orejas. Inhalamos las esencias mágicas: polen de octubre, mirra, vapor de chocolate y cáscara de naranja. Fue el sábado ritual de las figuras de papel. Un sábado mitad alebrije, mitad calaca.
© 2008 Bruno Valero photography
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