1 de junio de 2009

Nocturno noroeste

Bishu iba y venía por la ciudad, montado en un húmedo sábado que se regaba por aceras y por avenidas; sus brazos se asían al delgadísimo cuerpo de Pó, el que improvisaba el soundtrack del camino. El desfile de barrios y el correr de las luces reproducían innumerables memorias durante el silente viaje de sur a noroeste. Bishu sonrió las canciones felices y la esencia de tabaco que halló en los largos dedos de la zurda de Pó. Fue cuando cerró los ojos que las memorias se trocaron por palabras de desmesurado romance que no deseó pronunciar.
Happy song
Era mucha la cercanía, fueron muchas las palabras encoladas. Con aún los párpados abajo, Bishu extrajo las imágenes de un antiguo sueño donde subía con habilidad simiesca hacia la copa de un árbol que crecía a la par del ascenso; ese interminable afán fue además su truco infantil para conciliar el sueño. Y trepaba y subía y levantaba la vista para ver la copa del árbol siempre tan lejana como en el vistazo anterior, y de nuevo sin fatiga ni lamentación continuaba su trepar y subir entre ramas de follaje tan verde como limón maduro. Cuando Pó advirtió la presencia de una gran estrella titilando a solas en el cielo, los ojos abrieron, las manos estrecharon, la noche enmudeció.

Ilustración: H. Valero | 2009

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