La alcoba ha dado cincuenta y un giros.
Sigo aquí en pie escuchando al mundo
mientras éste cruje hedores. Llora sus desiertos.
Extravié una lúa y la noción del tiempo
minutos antes que el derrotero.
Oh, mi pilmama.
Oh, mi pilmama.
La bruma de mediodía se ha destrampado,
el césped pronto se anega.
–Cuando vayas a por los hilos de yuca
cuídate del diecisiete. –me dijo.
Rescato del suelo fangoso una taza sorda;
contuvo alguna vez mi fe y la sal... la sopa.
Diente de ajo caliente en mi oído, háblame quedito
del diecisiete que no anochece ni con el té
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