6 de agosto de 2010

Hechos una sopa

Ninguno de los dos se atrevía a poner un pie fuera del museo. Llovía a cántaros. Blues quizá porque cargaba un hermoso afiche de papel muy fino; Tonyó porque a pesar de traer el enorme paraguas Burberry de su madre, tiritaba por el frío. Aguardaban escuchando ansiosos el caer de las gotas en crescendo, reprimiendo una centena de ocurrencias con las cuales romper el tedio.

Los chucks
Tonyó había sido regañado al colocar ligeramente su índice derecho en un cuadro impresionista, por trepar sobre una fuente del barroco y por recorrer la exposición de fin a principio. En cambio, Blues había utilizado su imaginación para hacer cosas peores: coloreó al menos ocho litografías, reordenó algunas piezas, volteó las obras que a su parecer eran feas e imovilizó a los guardias; por eso no fue regañado.

Así seguían Tonyó y Blues, mimetizando el frío y la inmovilidad del recinto, sin decir palabra. Como si al estar en ese atrio poblado de gárgolas, sus bocas fueran un par de pandoras a la espera del más ínfimo murmullo que pudiera liberar el caos.
 
Esta lluvia no cederá dijo una mujer rolliza de acento tal vez nórdico.Tonyó y Blues  miraron a la diminuta y rolliza mujer nórdica abrir su diminuto paraguas y andar con diminutas zapatillas los diminutos pasos, con los cuales fue formando un amplio corredor entre la multitud hasta desaparecer. De la entrada al atrio, por el piso de cantera, comenzó a entrar una acuosa sombra fantasmal proveniente de un inmenso charco callejero. La cabeza del fantasma reflejaba al sol muriendo a carcajadas; su tronco crecía rápidamente con la intención de atraparlos, por ello, cuando el largo brazo izquierdo tocó la punta del tenis rojo de Blues, ambos huyeron enloquecidos, cayendo sin remedio en el enorme charco con un salto tal vez fallido, tal vez intencional. Tonyó y Blues salpicaron de fantasma a todo el mundo, no había más remedio que continuar la huída dejando atrás los gritos, reclamos y dichos impronunciables.

Afiche y Burby el paraguas, acompañaron a los chicos en su búsqueda de charcos  gigantescos y profundos. Los chicos se tomaban de la mano cuando deseaban compartir el ritmo y las caídas, pero también se soltaban como lo hicieron al rodear con su alevoso tap  a la rolliza diminuta, quien sin lograr acertarles un sólo paraguazo quedó empapada, gritando iracundas palabras nórdicas. Y así, durante un tiempo incalculado, continuaron su correr, saltar y victimar sin un por qué o porque sí, porque el cielo les había obsequiado un chubasco de alegría indesperdiciable.

Cuando los charcos comenzaron a ser devorados por las alcantarillas, las nubes poco a poco dejaron de jugar abriendo campo al arcoiris. Tonyó y Blues se tiraron boca arriba sobre el tibio césped para contemplar al sol ruborizando cielo y nubes con su partida. Todo había terminado. Blues colocó a Afiche en un poste carismático al tiempo que Tonyó dio caricias a Burby por permanecer cerrado durante la travesía. Caminaron hechos una sopa; escurriendo la dicha de la tarde para luego romper el silencio, acaso con un adiós.

Ilustración: H. Valero | 2010  

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