9 de enero de 2011

Rojo granada


Pienso que su visión monocromática le impide imaginar más allá de una fruta cilíndrica al escuchar naranja; de manera semejante hablar de café sólo debe hacer que ella entrecierre los ojos e inhale sonriente el recuerdo de un expreso muy caliente. Increíblemente, Martina combinó ayer acertadamente el naranja de su blusa y el café de la bufanda.
Cuando niño, escuché el nombre de un color desconocido: terracota. Mi madre lo mencionó; deseaba cambiar por un piso terracota y pues mi mente pensó en nada, se pintó de blanco, blanco a secas, aquel nombre no significaba nada para mí. Pensar en terracota me ayudó en dos noches de reyes a conciliar el sueño; ponía mi mente en blanco para los estudios. Bastaba mencionar terracota y todo pensamiento abominable desaparecía de mi cabeza. Pero aquel truco dejó de funcionar cuando el piso de la casa fue cambiado.
Una enorme ave llegó al jardín de Martina, se posó en la granada y comenzó a comer los granos de sus frutos, Martina dijo: Lo sé, esa ave es tan roja como los granos de granada.

Ilustración: "Enorme ave" de H. Valero
óleo sobre tela.

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